Enseñar a pescar permite superar la cronificación de las ayudas, pero siempre habrá personas que necesitan comida
El Banco de Alimentos fomenta la temporalidad de la asistencia, aunque pensionistas, viudas o inmigrantes forman un colectivo estable
“Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”. El proverbio chino, aplastante en su valor didáctico como casi todas las enseñanzas basadas en una exposición sencilla, desempolva periódicamente la reflexión sobre el papel de las organizaciones y personas que ayudan a los más desfavorecidos de la sociedad, desde las instituciones internacionales que realizan transferencias de efectivo hasta el ciudadano que deja unas monedas a los pies de un mendigo. En medio, una miríada de asociaciones que entregan ayudas directas, como el Banco de Alimentos de Araba.
¿Hay que seguir facilitando bolsas de comida a los que no la tienen o hay que enseñar a esas personas cómo ganársela? Seguramente la pregunta tiene una respuesta tan sencilla, ahí está la clave del recurrente proverbio chino, como tramposa. Pocos pondrán en duda que es mejor enseñar a un pobre a pescar y entregarle la caña. Demos formación y facilitemos empleo. Evitaremos así dos males que pueden ser habituales en las ayudas directas: el paternalismo y la cronificación de la situación de dependencia.
Y sin embargo, a menudo sucede que lo mejor es enemigo de lo bueno, otra frase célebre, esta vez atribuida al filósofo francés Voltaire, que viene a recoger el error lógico de comparar cosas reales con otras irreales o con alternativas idealizadas. Porque no siempre es posible aprender a manejar una caña y hay ocasiones en que el río está seco. El Banco de Alimentos cuenta entre sus beneficiarios con un grupo prácticamente estable de personas a las que por edad resulta inviable aplicar el proverbio que desencadena esta reflexión. Son jubilados con pensiones mínimas o viudas mayores con ayudas que no alcanzan para lo más indispensable. Resultaría impúdico ofrecerles una caña y dejarlos a la intemperie. En una situación final similar se encuentran los integrantes de los denominados casos de urgencia, donde se incluyen inmigrantes, transeúntes o ciudadanos en situación de emergencia temporal.
El Banco de Alimentos se esfuerza para incrementar las cotas de temporalidad en las ayudas, evitando la cronificación de las mismas mediante la revisión periódica de la situación de las familias por parte de los trabajadores sociales, que fijan quién puede ser beneficiario. Desde el 1 de enero de este año, el número de personas que reciben ayuda ha descendido un 30% como consecuencia obviamente de los cambios registrados en su estatus económico, por la reducción del paro o el acceso a nuevos recursos o su mejor organización. Son los que afortunadamente han aprendido a manejar la caña de pescar.
Más allá de los proverbios y de las citas famosas, un imprescindible sentido de justicia social permite deducir que el pez y la caña no son excluyentes. Todas las asociaciones benéficas serían felices si pudiesen anunciar su disolución porque no haya necesidades que cubrir. El día que todos los habitantes del planeta hayan pescado su pez, el Banco de Alimentos no tendrá sentido. Mientras llega ese momento, las bolsas de comida coexistirán con la formación y la entrega de cañas.