Recolectó en el último ejercicio 33.000 kilos de comida a la semana

El Banco de Alimentos de Álava emerge a la actualidad a finales de noviembre o primeros de diciembre con la ‘Gran Recogida’, pero su labor va más allá de unas fechas cerradas; se extiende a lo largo de todo el año porque las necesidades obviamente no se circunscriben a unos días concretos. Recolectó para su reparto 33.000 kilos de comida a la semana en el último año, 1,7 millones en los 365 días, de los que algo menos de 150.000 corresponden a lo obtenido en esa fiesta de la solidaridad que es la recogida de finales de otoño, según la Memoria publicada ahora.

En total, 1.343 familias, en las que viven 4.383 adultos y 346 menores, recibieron el último año alimentos a través de 38 asociaciones de reparto, tras recibir la valoración por parte de los Servicios Sociales de los Ayuntamientos. Además, se facilitaron alimentos a 28 asociaciones de consumo, básicamente comedores sociales y colectivos, en los que se atendió a 803 adultos. Los lácteos y los huevos suponen casi la cuarta parte de los alimentos distribuidos y las donaciones en campañas de asociaciones y empresas o centros educativos, la principal fuente de recursos, junto a las entregas desinteresadas de industrias agroalimentarias.

Transparencia 

Una de las mayores preocupaciones del Banco de Alimentos es contar con la suficiente garantía de que los beneficiarios acrediten su estado de carencia a fin de evitar engaños y situaciones de injusticia, así como para no defraudar a personas, empresas y organismos que confían sus donaciones a esta institución

El Banco considera que este objetivo es clave no solo para cubrir las necesidades reales sino también para consolidar y proyectar a la sociedad una imagen de credibilidad a través del rigor y de la transparencia. Para ello se han establecido como metas entregar las dotaciones alimentarias exclusivamente a personas y familias con una necesidad real y contrastada, evitar las duplicidades de forma no se pueda hacer la recogida en distintos lugares, impedir ciertas irregularidades de alimentos con salida al mercado libre y realizar un reparto equitativo por miembros de la familia, teniendo en cuenta las características concretas de cada una de ellas.

Los datos macroeconómicos certifican la salida de lo peor de la crisis, pero la situación real de miles de familias apenas ha cambiado. En el ejercicio actual las exigencias serán, pues, las mismas y en el Banco de Alimentos se entiende que “satisfacer las necesidades básicas de los más desfavorecidos no es cuestión de caridad sino de justicia”. Si algo han aprendido, además, los sociólogos en estos años es la aparición de un nuevo tipo de pobreza, ajena a los circuitos tradicionales y con dificultades de visualización. Se trata de localizar a personas necesitadas que todavía están ocultas para poder integrarlas en alguna asociación de reparto: pobres vergonzantes y trabajadores con un sueldo bajo.

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